® Omar Martinez FOTOGRAFO DE TIJUANA
martes, 18 de noviembre de 2008
jueves, 13 de noviembre de 2008
Niños y balas
Alumnos de preescolar huyen de la zona tras ocurrir una balacera entre policías, militares y narcotraficantes en la colonia Ermita.
Por Omar Martínez
Apenas se rendía honores a tres policías municipales en la
explanada de Palacio Municipal cuando empezó a correr el
rumor de una posible balacera en el área de la delegación
de La Mesa.
No pasó mucho tiempo cuando reporteros y policías empezaron
dejar el lugar para irse de prisa a la posible balacera.
Al tomar la Vía Rápida empezaron a rebasarme policías municipales,
estatales y federales, y me uní al convoy para llegar más
rápido.
Lo murmurado en Palacio Municipal era cierto: Policías y civiles
corriendo por todos lados, militares pegados a la pared acercándose
lentamente a una casa, en la cual se encontraba gente armada.
Había tranquilidad; me acerqué junto a los militares para ver
qué sucedía cuando de pronto se soltó una intensa balacera. Eran
disparos muy diferentes a lo que había escuchado, era infernal
el ruido que emitían las armas largas, y de pronto sentí como si
estuviera cubriendo una guerra en un país de Medio Oriente.
Fue tan impresionante el sonido que una reportera de otro
medio se acercó a mí llorando, por lo asustada que estaba, y yo le
decía que iba a estar bien porque estábamos en un lugar seguro,
detrás de una barda. “Tranquila,
tranquila”, le decía.
De pronto, entre los soldados,
los policías y entre las balas, salieron
en primer plano decenas de
niños corriendo; sucedió en un momento
de intensa balacera cuando
los menores, algunos con las manos
en la cabeza, corrían acompañados
de soldados a refugiarse en un lugar
seguro.
El punto más difícil fue cuando
escuché zumbidos de bala a muy
pocos metros de mi cabeza, muy,
muy pocos metros, si acaso dos.
Fue tan impresionante que me tiré al piso para así tener pocas
posibilidades de que alguna bala me pudiera impactar.
Periodistas, policías y civiles estaban tirados en el piso, todos
completamente confundidos al no saber de qué dirección provenían
las balas; unos decían que de un techo encima de nosotros, otros
decían que venían de más lejos... Cuando llegó el helicóptero de la
policía todo mundo se sintió aliviado al pensar que los delincuentes
serían ubicados rapidamente.
Qué impresionante escuchar los disparos de arma dirigidos al
helicóptero; en ese momento llegué a pensar que hasta podrían
derribarlo. De pronto policías federales le gritaron a la prensa que
no se alarmaran, que detonarían sus armas para mostrar presencia
en la zona, ya que se habían escuchado disparos agresores a muy
poca distancia.
Las ráfagas por momentos se intensificaban en y otros menguaban,
pero siempre estaba presente el sentido de peligro.
La tranquilidad empezó a sentirse, los soldados empezaron a
tranquilizarse, la prensa se acercaba en busca de aclarar todas sus
dudas; mi celular y mi radio no paraba de sonar con llamadas de
personas allegadas a mí, quienes me preguntaban cómo estaba,
si no me había pasado algo, que en el radio se había dicho que
había periodistas heridos... “Todo está bien, todo está bien” les
respondía, “no se preocupen”.
Por Omar Martínez
Apenas se rendía honores a tres policías municipales en la
explanada de Palacio Municipal cuando empezó a correr el
rumor de una posible balacera en el área de la delegación
de La Mesa.
No pasó mucho tiempo cuando reporteros y policías empezaron
dejar el lugar para irse de prisa a la posible balacera.
Al tomar la Vía Rápida empezaron a rebasarme policías municipales,
estatales y federales, y me uní al convoy para llegar más
rápido.
Lo murmurado en Palacio Municipal era cierto: Policías y civiles
corriendo por todos lados, militares pegados a la pared acercándose
lentamente a una casa, en la cual se encontraba gente armada.
Había tranquilidad; me acerqué junto a los militares para ver
qué sucedía cuando de pronto se soltó una intensa balacera. Eran
disparos muy diferentes a lo que había escuchado, era infernal
el ruido que emitían las armas largas, y de pronto sentí como si
estuviera cubriendo una guerra en un país de Medio Oriente.
Fue tan impresionante el sonido que una reportera de otro
medio se acercó a mí llorando, por lo asustada que estaba, y yo le
decía que iba a estar bien porque estábamos en un lugar seguro,
detrás de una barda. “Tranquila,
tranquila”, le decía.
De pronto, entre los soldados,
los policías y entre las balas, salieron
en primer plano decenas de
niños corriendo; sucedió en un momento
de intensa balacera cuando
los menores, algunos con las manos
en la cabeza, corrían acompañados
de soldados a refugiarse en un lugar
seguro.
El punto más difícil fue cuando
escuché zumbidos de bala a muy
pocos metros de mi cabeza, muy,
muy pocos metros, si acaso dos.
Fue tan impresionante que me tiré al piso para así tener pocas
posibilidades de que alguna bala me pudiera impactar.
Periodistas, policías y civiles estaban tirados en el piso, todos
completamente confundidos al no saber de qué dirección provenían
las balas; unos decían que de un techo encima de nosotros, otros
decían que venían de más lejos... Cuando llegó el helicóptero de la
policía todo mundo se sintió aliviado al pensar que los delincuentes
serían ubicados rapidamente.
Qué impresionante escuchar los disparos de arma dirigidos al
helicóptero; en ese momento llegué a pensar que hasta podrían
derribarlo. De pronto policías federales le gritaron a la prensa que
no se alarmaran, que detonarían sus armas para mostrar presencia
en la zona, ya que se habían escuchado disparos agresores a muy
poca distancia.
Las ráfagas por momentos se intensificaban en y otros menguaban,
pero siempre estaba presente el sentido de peligro.
La tranquilidad empezó a sentirse, los soldados empezaron a
tranquilizarse, la prensa se acercaba en busca de aclarar todas sus
dudas; mi celular y mi radio no paraba de sonar con llamadas de
personas allegadas a mí, quienes me preguntaban cómo estaba,
si no me había pasado algo, que en el radio se había dicho que
había periodistas heridos... “Todo está bien, todo está bien” les
respondía, “no se preocupen”.
viernes, 17 de octubre de 2008
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